domingo, 13 de julio de 2008

La conspiración masónica de 1789

Advertencia: La subversión mundial no es algo casual o espontáneo: el es resultado de un trabajo paciente, concienzudo y oculto que surge a la superficie cuando el terreno ha sido conveniente preparado y las probalidades de éxito están a la vista.

GUSTAVE BORD ha dado testimonio de la verdad histórica y de un fervoroso amor a su país.

El papel de la Francmasonería en los acontecimientos de julio de 1789 es, por lo tanto, innegable; la lista de masones que hemos confeccionado es, forzosamente, incompleta y estamos convencidos de que, con el correr del tiempo, los que estudien este tema posteriormente, descubrirán otros masones cuya iniciación oficial no hemos logrado comprobar.
Sea como fuere, el número de masones comprobados entre los dirigentes de la insurrección es considerable, puesto que constituyen las tres cuartas parte de los actores y, tal como ya lo hemos dicho, apenas si había de dos a tres mil masones en París y, entre ésos, no había seguramente ni siquiera mil con voluntad para la acción. No podemos dejar de mencionar el papel pasivo de los regimientos suizos cuya admirable adhesión al soberano algunos se complacen en exaltar. Confundiéndolos con parte de los suizos del 10 de agosto: hasta tanto esté más informado, nos reservamos la opinión a este respecto. Por el momento me limitaré a exponer el papel desempeñado por su jefe, el conde DE AFFRY.
El conde LOUIS-AUGUSTE d’AFFRY había nacido en Versalles el 28 de agosto de 1713. Coronel de los guardias suizo u administrador general de las tropas helvéticas en Francia, era miembro de la logia “Contrato Social”. Tomemos en cuenta diversos episodios de su existencia revolucionaria. Cae enfermo en abril de 1789 y no figura en la represión de los disturbios, después del asunto Reveillon. Una vez enterado de la fuga de Varennes, se apresura a acudir a la Asamblea nacional, para expresar su fidelidad a la nación.
El 14 de agosto, es puesto en libertad provisoria en la noche del 2 al 3 de setiembre y llevado en triunfo. Es absuelto el 10 de octubre por el tribunal del 17 de agosto: al pie de la sentencia figuran las firmas de LEBOIS, DOBSENT y FOUQUIER-TINVILLE.
El 14 de agosto AFFRY había escrito a de la SAUSSAYE, comisario de la guerra, declinando toda responsabilidad en la jornada del 10 de agosto y señalando a MAILLIARDOR, BACHMANN, y d´ERLACH. Según el Moniteur del 30 de agosto, habría rehusado tenazmente a la reina MARÍA ANTONIETA dar orden de tirar a los suizos, so pretexto de que las capitulaciones se oponían a la ejecución de una orden semejante. MAILLIARDOR y su hijo fueron masacrados en la abadía; BACHMANN, condenado por el tribunal el 17 de agosto, fue ejecutado en la plaza del Carrousel; d´ERLACH había sido asesinado el 10 de agosto.
Según la biografía de Leipzig, ROBESPIERRE habría rehusado atestiguar en el proceso a la reina.

El conde de AFFRY murió en la cama, en 1793, en el castillo de Saint-Barthélemy (cantón de Vaud). No debe ser confundírselo con otros miembros de su familia, irreprochables en todo sentido. El conde de AFFRY no fue, con seguridad, un traidor, pero su vida puede darse como ejemplo de la fatalidad masónica.
Los papeles desempeñados por SOMBREUIL, du CHÂTELET y BESENVAL, en proporciones más reducidas, se asemejan singularmente al de AFFRY. No nos extrañaría que la influencia de la Francmasonería haya aniquilado su voluntad, y algunas investigaciones más profundas debe dar por resultado la confirmación de su presencia en las logias.
¿Cómo se explica que SOMBREUIL no haya defendido el depósito que le había sido confiado? Y la dimisión de du CHÂTELET es sumamente singular. En cuanto a BESENVAL, su absolución tan ardientemente reclamada por NECKER es aún más singular. Los recuerdos que ha dejado son, al menos, lamentables para su memoria. Somos, en justicia, indulgentes para con SOMBREUIL y du CHÂTELET, que expiraron duramente su debilidad ante el Tribunal revolucionario; pero mientras que esos dos oficiales subieron las gradas del cadalso, BESENVAL murió tranquilamente en París, en pleno Terror, después de haber llevado una existencia apacible junto a ROBESPIERRE y MARAT. SOMBREUIL, en particular, es un ejemplo muy señalado del papel involuntario que desempeñan ciertos masones, y que también entre ellos hay victimas honorables.
ADRIEN-JEAN-FRANÇOIS DU PORT DE LA PRÉLAVILLE era consejero en el Parlamento de París cuando fue nombrado diputado por la nobleza de la generalidad ante los Estados generales. Vivía en la calle du Grand-Chantier nº 2, en una de las cinco casas que poseía en París. Después de haber seguido la política de las logias, los acontecimientos de Varennes lo condujeron a una actitud más reservada. Tuvo que salvarse después del 10 de agosto. Detenido en Melun en septiembre de 1792, consiguió escaparse y alcanzar y alcanzar la frontera. Volvió a París del 9 de Thermidor al 18 Fructidor, y fue a morir en Appenzell, en agosto de 1789. Si DU PORT formó parte del club de los Jacobinos, era también socio del club de Valvis, y se le acusó de haber integrado el famoso comité austríaco.
CHALLAMEL pretende (Clubs contrérévolutionaires, p. 537) que su casa era frecuentada por MIRABEAU, TARGOT y ROEDEVER, enemigos de la reina y que se habría vendido a la corte después de la huida del 21 de junio de 1791. Es posible, pero haría que tener pruebas.

Después del 14 de julio, la Francmasonería invadirá las nuevas funciones municipales y judiciales; estará representada en los clubes y el de los Jacobinos será, de hecho, una logia declarada.

Para efectuar el asalto al poder, el Gran Oriente y las logias escoceses, originadas en las logias jacobitas, se ponen de acuerdo; los dos aliados digitan las elecciones, forman la opinión, trastornan en ejército, la realeza y la administración. Después de haber desempeñado papel de sitiadores, les ha llegado el turno de gobernar. Su misión será cada vez menos brillante y menos fácil. El populus vulgus al que han lanzado a las calles en contra la autoridad, no comprenderá fácilmente que ahora debe tranquilizarse, puesto que ahora han cambiado los titulares del poder. Reconocerá el desacuerdo entre el Gran Oriente y las logias escocesas. La lucha se entablará después de Varennes y el Gran Oriente sucumbirá momentáneamente, pero se tomará su desquite el 31 de mayo, para sucumbir de nuevo el 9 Thermidor, hasta el momento en que las logias, que se habían dispersado para la lucha y habían sido diezmadas, encontrarán bajo el Directorio un terreno de entendimiento y el Emperador les impondrá la paz material, sino la paz filosófica.
Los masones que no comprendieron, presionados entre dos juramentos contradictorios, tuvieron que emigrar, y los que se ocultaron, fueron encarcelados o condenados a muerte.
Las logias demostraron más actividad, junto al Gran Oriente, fueron: Amigos Reunidos, Reunión de Extranjeros, San Luis de Martinica, Hermanos Reunidos, Elección, Contrato Social, y Centro de Amigos. Esta última, constituida en la víspera de la reunión de los Estados Generales (25 de abril de 1789) funcionará durante toda la Revolución, incluso durante el Terror.
Esta organización constituía, como se ha podido apreciar, un verdadero comité de propaganda, poder irresponsable organizado al margen del Estado, en correspondencia con todas las ciudades del reino a los cuales se hacían llegar las publicaciones útiles a la secta, las indicaciones sobre los acontecimientos deseables o desaconsejables y sobre la interpretación que deberá dárseles para beneficio de la orden. La acción masónica siempre se caracteriza por los procedimientos utilizados, que son siempre los mismos y siempre exitosos: antes de actuar, los masones denuncian las conspiraciones de sus adversarios; una vez triunfantes, dictaminan sobre la conjura y se ensañan contra las víctimas aún después de muertas. Así sucedió en 1789.

Agreguemos: y así sigue sucediendo hasta 2008. Estas palabras tienen absoluta vigencia para nosotros los argentinos, puesto que los procedimientos masónicos jalonan toda la historia de nuestro país con la condena pública y oficial de réprobos, según la Francmasonería, y la fabricación de mitos en torno a los elegidos francmasones o hermanos tres puntos.

Los que apoderaron de la Bastilla masacraron a FLESSELLES, LAUNEY, BERTIER, FOULLON…, acusaron a sus víctimas de ser conspiradores; un comité de investigaciones los juzgó, y GARRAN DE COULON insultó al cadáver de BERTIER, asó como antes el gordo FRANÇOIS, lacayo del verdugo SANSON, abofeteó la cabeza cortada de CARLOTA CORDAY.
Con este instrumento, admirablemente manejado, se hizo el asalto a la monarquía francesa. Fue realmente una verdadera conspiración organizada con método, y cuyos medios y efectos no se limitaron a hacer triunfar una idea por cualquier medio lícito, sino que todo el aparato que las leyes humanas no pueden manejar, con la plena seguridad del anonimato y toda la fuerza de la colectividad.
Es posible que los resultados obtenidos con semejantes medios no hayan inquietado las conciencias de los miembros de la secta masónica porque ninguno de ellos cometió el acto directo y decisivo, y cada uno podía pensar que sólo le correspondía una parte ínfimamente pequeña de responsabilidad moral. Por eso mismo la historia no debe demorarse en perseguir a los masones individualmente, sino que debe dejar al descubierto el espíritu mismo de la Masonería, más poderoso que el individuo: espíritu hábil, implacable, feroz, e inasible, que elabora el mal por función y fatalmente.

Ese es el verdadero secreto de la Francmasonería.

LA ANARQUÍA

Dondequiera que haya fusiles y picas, allá se presentan las bandas. En la mañana del 14 se lanzan sobre los Inválidos. Una hora después refluyen sobre la BASTILLA.

El gobernador, DU LAUNAY, hubiera podido defenderse sin gran esfuerzo con su corta guarnición de suizos e inválidos; pero le impedía hacerlo su bagaje filosófico. Parlamenta, retira sus cañones, obstruye sus aspilleras, hace que un emisario de Ayuntamiento visite la vieja fortaleza, e invita a su mesa a dos delegados de los asaltantes.
Esta cortesía de hombre de mundo no impide que una masa enfurecida, reforzada por unos miles de curiosos, se amontone al pie de los muros disparado sin cesar e intentando dar fuego a una de las torres. Al fin, dos hombres, provistos de hachas, consiguen romper las cadenas del puente levadizo, que se abate con estrépito; invadido el primer patio, saqueados los primeros locales, apuntan los cuatro cañones a la segunda puerta, y entonces la guarnición se amedrenta; por instinto, dispara, pierde después la cabeza, y sintiéndose huérfana de mando, obliga a LAUNAY a capitular. Un subalterno, que mandaba a los guardias sediciosos, promete por su honor de soldado que no hará daño a nadie; a despecho de lo cual LAUNAY cae asesinado, y su cadáver va a parar un arroyo. Un pinche de cocina “que sabía trabajar la carne”, corta su cabeza, que pone sobre una pica, y seguido de una jauría salvaje, la pasea hasta la noche. Después matan al mayor, ayudante y a un teniente; a dos de los inválidos los ahorcan; a otro le cortan una mano. La multitud, ebria de sangre ya, va hacia el Ayuntamiento; el preboste de los mercaderes, FLASSELES, sale muy pálido a su encuentro, y apenas da tres pasos, cae también asesinado y no tardan en destrozar su cuerpo.
Entretanto, las turbas exploraban la Bastilla, donde se hallaron siete presos: cuatro falsificadores, un joven pervertido, encerrado a petición de su familia; y dos locos. Los falsificadores se pedir explicaciones. El discípulo del marqués DE SADE fue recibido con gran pompa por las sociedades, en las que pronunció discursos enternecedores sobre la tiranía y el despotismo. A los dos locos, aclamados al principio con el mismo entusiasmo, hubo que encerrados al día siguiente en Charenton.

La noticia de la insurrección llegó a Versalles por la noche. Conservaba la Asamblea bastante lucidez para darse cuenta de los horrores subsiguientes a la toma de la fortaleza, no sólo justificaban los temores del rey, sino que, además, proporcionaban a BRETEUIL mil razones excelentes para organizar una implacable represión, a la cual el Parlamento daría, con gusto, formas legales. Por ello, los jefes de la izquierda se esforzaron, sin demora, en transformar en actos heroicos los crímenes de que eran instigadores sus protegidos. La leyenda de la Bastilla nació cuatro horas después del suceso. El 15, los rentistas parisienses, que despertaron avergonzados e intranquilos por haber dejado libre campo a los asesinos, supieron que no había habido nunca tales asesinos, que el pueblo entero se había levantado en defensa de la Libertad, y que las muertes de LAUNAY y FLASSELLES eran sublimes manifestaciones de su justicia soberana.
Eran superfluas estas preocupaciones. El Rey reaccionó al saber la toma de la Bastilla del mismo modo que LAMBESE bajo los cascos de botella y los ladrillos: cedió en cuanto se quiso. Despedida de BRETEUIL, llamada de NECKER, retirada de las tropas, reconocimiento de la Municipalidad ilegal. Visita solemne al Ayuntamiento, arenga insolente del alcalde BAILLY, cambio de la escarapela blanca por la escarapela tricolor: nada los detuvo.
Para el Régimen, la toma de la Bastilla fue un golpe sensible: era la revelación de su flaqueza. Si hubiese conservado su carácter sedicioso, no hubiese significado más que una momentánea impotencia policíaca, sin que nada esencial quedase irremediablemente comprometido. Pero la exaltada por los folicularios, ensalzada por la Asamblea, aprobada por la corte y legitimada por LUIS XVI, se convertía en un signo de la abdicación regia, en una prueba de que la Monarquía renunciaba a sus principios peculiares. Imagínese la perturbación que produjo en los ánimos populares el súbito derrumbamiento de aquello que, desde hacía siglos, era la tierra el supremo recurso contra la maldad de los hombres y contra la hostilidad de las cosas. El Rey seguía siendo para la masa el padre a cuyo lado se encuentra protección y amparo. Hacia él se dirigían siempre las miradas; se apelaba a su bondad contra las exacciones, contra los ministros, contra los impuestos. ” ¡Ah, si el Rey lo supiese!”, había sido el grito de los pobres durante centenas de años. Y he aquí que el Rey se humilla, reconoce la soberanía del motín, la santidad de la insurrección; y al pueblo de Francia empieza a asediarle una angustia, un terror vago, que se insinúa en los corazones y oscurece los espíritus.

PIERRE GAXOTTE, “La Revolución Francesa”, tercera edición, Cultura Española, 1942, cap. V, La Anarquía, p. 98-100.


ORACIÓN POR LA PATRIA

OH, DIOS, SUSCITA EN NUESTRO PUEBLO UN ÁNIMO GENEROSO Y LÚCIDO, QUE NOS LEVANTE A TODOS DE LA ABYECCIÓN Y NOS COLOQUE EN EL CAMINO DE LA VERDADERA GRANDEZA. TE LO PEDIMOS POR JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR, QUE SIENDO DIOS, VIVE Y REINA CONTIGO, EN UNIDAD CON EL ESPÍRITU SANTO. AMÉN.


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